«Mi querido Moreno de mi corazón…» Así iniciaban cada una de las cartas escritas por Guadalupe para su amado, dejando en evidencia el amor que ella sentía por Mariano y como él se sintió la primera vez que la vio.
Una tarde, caminando por Chuquisaca, Moreno, quién se encontraba residiendo allí por sus estudios para iniciarse como sacerdote, cruzó frente a la vidriera de una joyería en la que observó un camafeo con la imagen de una joven y bella mujer, Guadalupe.
María Guadalupe Cuenca tenía catorce años y, tras el fallecimiento de su padre, se encontraba en un convento, preparando su vida con el fin de llegar a ser monja. Para la familia de la joven, era la mejor solución ya que de esta forma podría preservar la fortuna que su papá le había dejado.
Mariano, por su parte, buscó a aquella joven de la foto que lo había cautivado. Finalmente dio con ella en una misa en la que le declaró su amor.
La relación de ambos se volvió conflictiva por los valores católicos que tenían las respectivas familias. Ella, en proceso de ser monja y él, realizando los estudios de sacerdocio.
Mariano Moreno no podía dejar ir a la joven que lo había enamorado por completo, por ello, recurrió a Fray Cayetano, quien lo ayudó para que su familia aceptara y, a su vez, orientó al joven para que se involucrase en Derecho y de esta manera, continuara con su formación.
Guadalupe, por su parte, debía convencer a Doña Manuela, su madre, quien no veía a Moreno como un buen partido para su hija. Un estudiante porteño, sin fortuna, no era bien visto por la familia de la joven.
Luego de mucho insistir, Mariano y Guadalupe pudieron convencer a las familias y, aunque ambas no se encontraban de acuerdo, debieron aceptar a la pareja y al futuro casamiento.
Un año después nació su hijo, Marianito; es allí donde decidieron ir a vivir a Buenos Aires.
La familia de Moreno no los aceptaba y la situación de los jóvenes se complicó por unos meses hasta que Mariano consiguió un cargo público y lograron establecerse. Moreno realizó acciones significativas para la sociedad como abrir la biblioteca pública y fundar el diario La Gaceta. Pero estos cargos influyentes en la sociedad lo llevaron a conseguir enemigos políticos que amenazaron su vida.
Finalmente, debió embarcarse en una fragata inglesa junto a su hermano Manuel y otras personas. Días después de este suceso, Guadalupe, que continuaba en Buenos Aires, recibió una caja anónima, con un abanico de luto, unos guantes negros y un velo. Junto a esto había una nota que decía «Estimada señora: como sé que va a ser viuda, me tomo la confianza de remitir estos artículos que pronto corresponderán a su estado».
Este suceso la motivó a escribir cartas para su esposo. Lo que ella no sabía es que esas cartas nunca llegarían a destino.
En dichos escritos, Guadalupe ponía en palabras aquel amor que sentía por Mariano, pero también, le advertía de la situación política y de las personas en quienes debía desconfiar ya que actuaban de manera hipócrita durante su ausencia en Buenos Aires.
Los meses pasaban, Guadalupe escribía y Mariano agonizaba en alta mar. Se encontraba en sus últimos momentos y sólo alcanzó a encomendarle el cuidado de su hijo y su esposa a Manuel, su hermano.
El 4 de marzo de 1811 Mariano Moreno falleció y su cuerpo fue arrojado a alta mar, envuelto en una bandera inglesa.
Tres meses después, su amada se enteró de la muerte. Ella con palabras que decir, él con cartas sin leer.