El pasado viernes 7 de agosto, el humorista Fernando Sendra publicó una historieta desafortunada en el diario Clarín. Catalogado como machista, el autor jugó con un tema muy latente estos últimos años: la necesidad del cupo laboral femenino. Un chiste donde se estigmatiza y subestima a las mujeres, en tiempos donde los privilegios de algunos y las condiciones de desigualdad son obvias, genera más rechazo que aceptación. Y así se manifestó en las redes sociales, que no tardaron en expresar el desacuerdo con el humorista. Por el repudio generado, Sendra se vio obligado a publicar un pedido de disculpas que generó el mismo efecto que su historieta.
Nuestra sociedad está atravesando constantes cambios con respecto a estos temas y los comentarios sexistas siguen apareciendo. Sin embargo, ¿dónde está el verdadero problema? Lo importante sería que ante una equivocación de este tipo, el autor pueda llamarse a la reflexión para aprender, reconsiderar y profundizar sobre lo sucedido. Escuchar a quienes tienen algo para decir e intentar entender a quienes se sintieron ofendidos. No necesariamente para llegar a un acuerdo pero sí para empezar a cuestionarnos lo que hacemos, decimos, pensamos. No nacemos sabiendo, pero es fundamental tener la voluntad para afrontar cambios y no estancarnos en la comodidad de lo que siempre creímos y supimos.
Sin embargo, las disculpas publicadas por el humorista empeoraron la situación ya que se dirigió a las feministas de forma irónica, burlándose de ellas y de sus planteos. El descargo tampoco fue bien recibido y el cuestionamiento se centró en el título “Yo soy lo que puedo”. Su texto también habla de épocas, de generaciones. Es evidente que el contexto en el que Sendra se desarrolló difiere mucho del actual. De todas formas, esto no debería ser excusa ni motivo para dirigirse a un grupo de personas de la manera en la que lo hizo.
El pretexto de la edad es cada vez menos tolerado. Por otro lado, es importante destacar que estamos en un momento donde este tipo de chistes ya no pasan desapercibidos y fundamentalmente ya no generan risas ni complicidad. No habría que conformarnos con lo que somos, tendríamos que focalizarnos siempre en ser más.