El filósofo alemán Friedrich Nietzsche planteó la idea del eterno retorno. Todos los hechos ya ocurrieron y se repiten cíclicamente a lo largo de la historia una y otra vez.
Por ejemplo, en la década de los 60, se produjo la Beatlemania, una fascinación indómita por parte de los admiradores y fans hacia los Beatles. Este evento fue contado como nunca antes visto. Un fenómeno parecido ya había sucedido muchos años antes en la historia y hasta con un nombre similar la Lisztomania. Este término fue acuñado por Heinrich Heine, y lo utilizó para referirse a Franz Liszt. un compositor, director de orquesta y profesor que se destacó por pensar el rol de ser pianista como persona que brinda un show, Liszt decía «El piano concentra y resume en él el arte todo entero».
Heinrich describió como la Lisztomania a la reacción de la gente cuando lo escuchaba tocar.
Si te imaginas un concierto de piano hoy en día, el público sentando en silencio o hablando en voz baja, esperando paciente a que llegue el o la pianista para aplaudirla y disfrutar de su música. Pero hubo una persona por la cual el público, principalmente femenino, enloquecía. Ellas llevaban imágenes suyas en camafeos, que eran unos colgantes de la época, para regalarle a Liszt, o lo seguían por la calle con tijeras para cortarle un trozo de su ropa, incluso un mechón de su cabello.
El piano en el cual tocaba, prácticamente era destruido por sus fans. Es más, se llegó a modificar el diseño y la manera de construir el mismo, gracias a Liszt. Hoy en día, este instrumento tiene una Lira, que no es la misma que alguna vez pudimos llegar a leer en textos sobre la antigua Grecia sino que, es un armazón que mantiene las cuerdas en tensión. Liszt tocaba con tanta pasión que a mitad de la obra tenían que cambiarle el piano o en alguna ocasión tocaba en salas donde habían dos pianos. El problema más recurrente era que se cortara una cuerda de lo fuerte que tocaba. Eso, hoy en día ya no pasa.
Al fin y al cabo la música es emoción, el músico sólo busca ser escuchado, así sea por una persona. Es un buen ejemplo del ser emocional que razona. Lo único que pretende, es expresar sus emociones de tristeza, alegría, ansiedad o nostalgia. Entonces podríamos preguntarnos ¿Seguiría siendo música aunque nadie la escuche?