Los rostros desconocidos del público, lo intimidaban e inmovilizaban con sus miradas atentas, mientras tocaba en el piano, alguno de esos valses que no se podían bailar. Los críticos de la época, nunca le perdonaron que tomara un género musical tan típico de salón y no se pudiera danzar.
«Dejad que sea lo que debo ser, nada más que un compositor de piano, porque esto es lo único que sé hacer». Les supo responder este compositor en ese entonces.
En 1830, este pianista y compositor polaco con sólo 20 años viajó a Viena y la crítica, le remarcó su poco volumen a la hora de tocar. Al año siguiente, asistió a París, pensando que sería sólo una temporada, y se quedó hasta el final de sus días. Esa ciudad que brillaba por su cultura, era ideal para un pianista como Frédéric Chopin. Aquí estaban presentes los avances técnicos de la Revolución Industrial y uno de ellos, fue el desarrollo del piano tal como se conoce hoy en la actualidad. Por ese entonces, París contaba con alrededor de 500 fábricas de este instrumento de teclas que se producía en serie, bajo un modelo en el que se basó el fordismo, algunos años después. Pleyel, el fabricante más importante, fue quien prestó sus instalaciones para que Chopin diera su primer concierto el cual fue de un éxito enorme. El piano gozaba de una popularidad inmensa en el ámbito doméstico y fue el motor de la industria musical de la época.
En París, a pesar de su frágil estado de salud, Chopin salía cada noche, iba a los conciertos o a la ópera. Aparecía con su cabello rizado, con ropa elegante y un detalle particular: siempre vestía unos guantes blancos ocultando unas manchas en la piel de sus manos. A su vez, visitaba frecuentemente salones donde se reunía con los intelectuales de la época; los artistas como el pianista Franz Liszt, el compositor y director Berlioz, el pintor Delacroix y el escritor Victor Hugo. Al mismo tiempo estos salones eran punto de encuentro para los inmigrantes y allí, reorganizaban la lucha por la independencia de su país, e incitaron a Chopin a convertirse en un símbolo para Polonia.
La música que nos dejó puede denotar su esencia. Sus composiciones representan auditivamente un carácter íntimo. A Fréderic no le gustaban mucho las presentaciones en público ante desconocidos. Su comodidad al piano, se veía interpretando sus propias obras en salas con un grupo reducido de personas conocidas. En estos conciertos se escuchaban valses y nocturnos, llenos de dificultades técnicas las cuales dejaba escritas en sus partituras.
La nostalgia por su patria se puede observar, por ejemplo, en las polonesas que escribió Chopin. En ellas se refleja una Polonia grande y fuerte a través de un canto heroico destacando el orgullo polaco y, en otro género popular como las mazurcas, aparece otra Polonia, más lírica y sensible.
Chopin fue un compositor del romanticismo, estilo musical que buscaba oponerse a su antecesor, el clásico. En este período nuevo, aparece el interés en el contenido expresivo al contrario de la forma y la estructura del anterior. Los rasgos de simetría clásica se empiezan borrar y el ritmo aparece flexibilizado. La música tiene pulsos del mismo modo que nuestro corazón, y en ambos casos, son regulares y constantes que pueden acelerar o rallentar su velocidad, pero siempre de manera equilibrada. Durante el siglo XIX este pianista es buen exponente del tempo rubato, literalmente tiempo robado, es decir un tiempo o pulso, le roba a otro de modo que uno se alarga y el otro se acorta.
A modo general de la época, el compositor de este período histórico, ya no trabaja en cortes o palacios. Es su propio jefe, lo cual su música responde a sus propias necesidades y es aquí donde aparece la imagen del «genio incomprendido». A su vez el músico creador busca una nueva inspiración recurriendo en algunos casos al opio y donde uno de los temas recurrentes citados en las obras es la noche. Chopin utiliza el momento de oscuridad del día como musa inspiradora y, refleja su carácter exigente en una elaboración con bastante tiempo dedicado, en vez de obras fruto de inspiración. Mas allá de la época en la que vivió, Fréderic muestra ser la antítesis del artista romántico. A este polaco le desagradaba el desorden y la vulgaridad. Era considerado un dandy por su educación y elegancia.
Un misterio que no descansa
Desde el principio de su vida no sólo el piano fue una extensión de su ser. Desgraciadamente, su frágil estado de salud desde muy joven lo llevó a la muerte a la edad de 39 años el 17 de octubre de 1849. Chopin tenía pánico de ser enterrado vivo y, para asegurarse de estar bien muerto, le pidió a su hermana que le extrajeran el corazón una vez declarada su defunción.
Según los libros de historia, la causa de la muerte fue debido a una tuberculosis, pero el informe de autopsia se perdió y supuestamente en él, la razón de su partida no se determinó.
Su corazón fue enterrado en Varsovia mientras que su cuerpo descansa en París. En 2014 se extrajo este órgano vital conservado en un frasco con coñac para determinar la razón de su muerte, pero sólo se pudo hacer una inspección ocular, debido a la negativa de los descendientes del compositor a abrir el envase y, por otro lado, porque existe la posibilidad que el corazón no sea de él. La leyenda dice que, durante la segunda guerra mundial, un soldado alemán rescata este órgano del compositor antes de que la iglesia de Varsovia fuera destruida y el que se guardó de vuelta en el recipiente, no sea el de propio Chopin.
Su vida fue efímera pero llena de música, dejando en cada compás, emoción de un corazón perdido con melodías que pianistas y no pianistas quisieran poder tocar.